Los espectros son traídos a nuestro presente desde la fosa común de la historia. Vuelven para que la injusticia a la que fueron sometidos no se esfume en los laberintos del olvido. Son apenas 2 de los más de mil huelguistas asesinados en 1921 en la Patagonia. Cuentan lo que fue silenciado y ocultado por décadas de vergüenza y complicidades.

Son testigos presenciales de un juicio, que es una vieja deuda, que pretende develar culpas y responsabilidades; en él, dos obreros cuentan y muestran todos los componentes del conflicto, que luego terminaría con fusilamientos masivos de hombres inocentes. Una obra donde conviven la comedia y el drama, protagonizado por dos actores que componen trece personajes y una máquina de viento encargados de relatar la historia.

“… Yo aplaudí con agradecimiento. Esos pobres peones rurales, fusilados así, con tanta crueldad, encuentran en esta versión su verdadera justicia. Una adaptación con un gran sentido teatral. Sorna e ironía teñidas del arte del escenario. Una pequeña gran joya del arte teatral”. Osvaldo Bayer.

Actúan: Ramiro Lollo y Cielo Pignatta
Autor y director: Pablo Felitti
Sobre textos de: Osvaldo Bayer
Producción: La Comedia de Hacer Arte

Sábado 26 de octubre a las 21:00 hs.
Teatro Empleados de Comercio – Corrientes 450

En 1921, los peones de la Patagonia se alzaron en huelga. Entonces los estancieros llamaron al embajador británico que llamó al presidente argentino que llamó al ejército. A tiros de máuser, el ejército acabó con la huelga y con los huelguistas también. Los peones fueron arrojados a las fosas comunes abiertas en las estancias; y para la zafra siguiente no quedaba vivo nadie que supiera esquilar las ovejas.El capitán Pedro Viñas Ibarra comandó las operaciones en una de las estancias. Medio siglo después, cuando ya el capitán era coronel jubilado, Osvaldo Bayer habló con él. Escuchó la historia oficial: Ah, sí?-evocó el militar-.

La estancia Anita. Aquel combate. Bayer quería saber por qué aquel combate había dejado seiscientos obreros muertos y ningún soldado muerto, ni herido, ni lastimado. Y el brazo armado del orden, amablemente explicó: el viento. Nosotros nos poníamos del lado del viento. Por eso las balas nuestras no se desviaban. Las balas de ellos, a contraviento, se perdían.