Desde hace tiempo en la Argentina emergen y se reproducen situaciones de violencia que preocupan sobremanera a quienes entendemos el diálogo como única vía para fortalecer la comunicación entre pares. La violencia, cualesquiera sean sus manifestaciones, es ejercida por una diversidad de individuos con el objetivo de poner punto final a ideas antagónicas y asimismo demostrar poder sobre los semejantes, pero también subyacen aspectos vinculados con el trayecto de vida, desde la infancia hasta la vejez, donde pueden detectarse frustraciones, insatisfacciones, ausencia de óptimas relaciones intrafamiliares, falta de educación y respeto al prójimo, desinterés por lo ajeno, carencia de afecto, maltrato de los padres.
La violencia está en varios sitios que frecuentamos, incluso es flagrante en el ámbito familiar, entre progenitores, hermanos o primos. Lo más grave es que el Estado, que debería garantizar una mejor convivencia humana, se corre y mira para otro lado. Es sabido que los elevados niveles de violencia no se circunscriben exclusivamente a un ámbito determinado. A veces, por ejemplo, el fútbol es escenario de actos vandálicos cuyos protagonistas se disfrazan con los colores del equipo favorito.
Pero, la violencia no se reduce a las tribunas de los estadios, se extiende a otros sitios. Basta con detenerse en las agresiones que sufren las mujeres, los femicidios a causa de golpes del sexo opuesto. Hay que entender de una buena vez que los desbordes sociales, la agresividad, a menudo nos hiere o mata. Numerosos energúmenos, en ocasiones, dan rienda suelta a sus intenciones y empañan la alegría, el bienestar, de un sector social que ha elegido otra forma de vida, distante de las actitudes irracionales. Vivimos una etapa donde se nota gran inmadurez e irresponsabilidad ante ciertas situaciones. A una importante franja poblacional le falta aprender mucho, carece de educación y de una adecuada enseñanza familiar desde la niñez. Y es allí donde surgen los problemas que quizás se agraven en la adultez. Muchos argentinos no comprenden que el accionar cada vez más violento de las clases sociales le está restando espacio a las libertades públicas.
Hay que reflexionar, pensar acerca de los actos cotidianos. Sólo así se construirá un país en el que exista respeto, educación, tolerancia, deseo del bien ajeno.
Marcelo Malvestitti
@marcemalvestiti