El educador y pedagogo brasileño Paulo Freyre, que dedicó su vida a los más desposeídos, decía que la educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo. Una realidad incuestionable, un concepto irrefutable. Los países que le dan importancia a la educación ocupan lugares preponderantes en el planeta, qué duda cabe. Sólo basta con leer un estudio del Foro Económico Mundial, el cual indica que las naciones que mejor atienden sus respectivos sistemas educativos son Finlandia, Noruega, Suiza, Canadá y Japón. Sus gobernantes saben que una adecuada formación a los alumnos en las escuelas implica un futuro promisorio para todos. La educación constituye un proceso de socialización de los sujetos, produce cambios intelectuales y emocionales, genera seres pensantes y reflexivos ante la sucesión de acontecimientos a través del tiempo. El acceso a la educación sirve también para disminuir y erradicar la violencia social. Es increíble que en nuestro país no podamos tomar conciencia de la importancia de escolarizar a niños y adolescentes con el propósito de construir un país diferente a mediano o largo plazo.
¿Acaso la educación no influye en el progreso de las personas y sociedades, además de proveer conocimientos?
No puede ser que, por ejemplo, muchos chicos que ingresan hoy al nivel inicial no egresan de la secundaria. Algo estamos haciendo mal.
En la Argentina, aún estamos lejos de entender que la buena educación mejora nuestra calidad de vida. Los episodios cotidianos, plagados de agresividad y falta de respeto al prójimo, hablan por sí solos. Pero, además, siempre está latente la idea que a los gobernantes les interesa un pueblo que ignore, que no cuestione y piense poco. Mientras más sumisos e irrelevantes sean los ciudadanos, mejor. Hace falta un cambio de mentalidad que provenga de los dirigentes, de la docencia, de las instituciones educativas y de quienes las conducen, porque «la educación cambia a las personas», como decía Paulo Freyre. Caso contrario, este país nunca tendrá futuro.
Es muy difícil que cambie la realidad que atraviesa a la sociedad, cuando la falta de educación es predominante en las formas de obrar. Cotidianamente las escenas protagonizadas por numerosos ciudadanos distan de ser ejemplares. Hoy son evidentes las actitudes prepotentes, pésimas contestaciones de un sector que pretende llevarse el mundo por delante sin importarle las consecuencias. Un pueblo sin la debida educación no tiene horizonte, no ve las posibilidades de progreso, no tiene futuro. Hace tiempo que en nuestro país se perdió la conciencia de cuán importante es el respeto al prójimo, la visión del semejante como un ser que piensa y obra de diferente manera y que por tal razón es imperioso valorarlo, tenerlo en cuenta y no desprestigiarlo por tener ideas reluctantes a quienes lo rodean. Parece increíble que no se haya aprendido mucho en estos aspectos, con el paso del tiempo. Y a raíz de todo eso, las consecuencias están a la vista.
Marcelo Malvestitti
@marcemalvestiti