Roberto Fontanarrosa argumentaría que el fracaso podría atribuirse a la “falta de posibilidad expresiva” que tiene la palabra teutona “eden” en detrimento de su par castellano “edén”, cuyo acento en la segunda “e” le otorga una virilidad y contundencia carentes en el paraíso de los alemanes. Pero lo cierto es que, si algo nos enseñó la caída del Imperio Romano fue que, por eternas y majestuosas que parezcan, las épocas de gloria son efímeras por definición.


Es más o menos el caso del Edén Hotel, que supo albergar entre sus paredes de elegancia a lo más top de la aristocracia argentina durante más de medio siglo, y tuvo que cambiar su estrategia comercial, vendiendo excursiones de medio día entre la trabajadora clase media que inunda las sierras de Córdoba en vacaciones y feriados para poder subsistir.

Está ubicado en la localidad que hoy conocemos como La Falda, pero que en aquel entonces, no era más que una estancia despoblada de 900 has. en medio de la nada. Y por “aquel entonces” me refiero al año 1895, cuando un coronel prusiano recorrió estas tierras a caballo y vislumbró el prometedor negocio que suponía la instalación de un hotel de lujo en ese paradisíaco paisaje que, además, gozaba del clima propicio para la prevención de la tuberculosis (enfermedad incurable para la época).

Tres años después el hotel estaba parcialmente terminado y recibiendo sus primeros huéspedes. Ya en ese entonces contaba con luz eléctrica propia y hasta máquinas que hacían posible la fabricación de hielo y cremas heladas en el establecimiento. En lo sucesivo sería frecuentado por las más acaudaladas familias de la época como los Martínez de Hoz, Bianchi, Roca, Anchorena, Bunge o Peralta Ramos, distinguidos nombres de estrecha vinculación con el perfil más nefasto de la historia de nuestro país, muchos de ellos tristemente vigentes.

Aún con tan prometedores apellidos, el emprendimiento no funcionaba como era de esperarse, y en 1905 la sociedad creada para capitalizar el proyecto fue disuelta. Para entonces, el hotel contaba con un apeadero propio donde el ferrocarril depositaba los ilustres visitantes que luego eran transportados (en carreta al principio, en automóviles después) hasta el hotel. Podría medirse el deterioro económico desde aquel entonces con la locación de su portón de entrada, que recibía a los visitantes a 1500 metros del hotel, donde hoy cruza la principal avenida de La Falda que lleva el acertado nombre de Edén (ésta sí con el acento donde la Real Academia indica) y hoy lo hace a menos de una cuadra. Eso sí, el portón sigue siendo el mismo.

Pero hablar de decadencia implica la preexistencia de un apogeo, y éste se inició bajo el mando de su segunda propietaria, la señora María Herbert de Kraeutner, que logra dar un giro notable al establecimiento consiguiendo levantar la hipoteca que pesaba sobre la propiedad y quedándose de esta forma con la totalidad de las acciones en 1911. Un año después regresa a su Alemania natal y deja el “Titanic” a cargo de sus dos hermanos, que con gambetas maradonianas logran esquivar el iceberg loteando parte de la estancia y dando a luz de esta forma al floreciente pueblo de arquitectura germánica que hoy conocemos con el nombre de La Falda.

Pero su apoteosis no llegaría hasta 1914. Un vetusto pero vigente aforismo afirma sabiamente que “Muchas veces la adversidad es causa de prosperidad”. Y en este caso se dio por duplicado. La invisible amenaza de la tuberculosis, sumado al comienzo de la Primera Guerra Mundial, obligó a la aristocracia argentina a buscar nuevos horizontes para sus impostergables vacaciones. Imposibilitados de volver al viejo continente, encuentran en las sierras de Córdoba un lugar “sano” y acorde a sus exigencias. Y siguiendo con el refranero criollo, a los hermanos Eichhorn les vino como anillo al dedo.

La demanda turística era tal, que se añadieron chalets anexos, una cancha de golf, teatrino, pista de patinaje, salón de fiestas, pileta de natación y más habitaciones aún. Fue una especie de carísimo paraíso frecuentado por artistas, multimillonarios y aristócratas. Por sus pasillos de gloria desfilaron personalidades ilustres como el poeta nicaragüense Rubén Darío, el Príncipe de Gales, el Duque de Savoia, el científico Albert Einstein, Berta Singerman, Hugo del Carril y Zuli Moreno. Una leyenda urbana afirma que hasta el mismísimo Hitler se habría hospedado ahí escapado de Alemania antes de la caída de Berlín.

Pero a cada chancho le llega su San Martín, y las mismas desgracias que lo elevaron, ahora lo enterraban. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial  la alta sociedad encontrará otros rumbos turísticos a lo largo del mundo. Por otra parte, los avances científicos encontrarán el antibiótico, y en pocos años la tuberculosis se transformará en una enfermedad ambulatoria.

Luego de 35 años, los ancianos hermanos Eichhorn deciden vender el hotel. Finalmente en 1965 abre sus puertas por última vez.
Durante las décadas sucesivas se escribirán las páginas más tristes de su historia, condenado al abandono y los progresivos saqueos. Hasta que en 2006 una iniciativa privada local, licita el edificio para  despertar al gigante dormido.

Desde entonces, Emprendimientos Edén S.A. (así se llama la firma) trabaja arduamente con el propósito de recuperar y mejorar cada día lo que fue la belleza y orgullo de la ciudad, hoy convertido en Museo Histórico. Así, entre  visitas guiadas diurnas y nocturnas, parques temáticos, espacios de recreación, y grandes eventos  en sus imponentes salones, el anhelado sueño de recuperar el Edén es casi realidad.

En la actualidad es un destino turístico de gran auge que además, cuenta con una universidad, teatro con variadas propuestas artísticas, espacios de capacitación laboral y un parque aéreo donde se realizan actividades como tirolesa, arco y flecha, arborismo y salón de eventos para congresos, ferias y festejos sociales.

Las visitas diurnas son de carácter informativo, enfocadas en la historia y arquitectura del hotel, las nocturnas, por su parte, son de carácter recreativo y se basan en testimonios reales que aseguran haber visto o percibido la presencia de espíritus y fantasmas en el hotel. Luego de proyectarse un audiovisual introductorio, se hace un recorrido totalmente a oscuras junto con el guía dentro de las instalaciones y en las inmediaciones del edificio.

Por David Coseani para rosarioshow.com